martes, 2 de marzo de 2010

Resaca olímpica y despedida


Bueno, dejadme antes que nada decir que no comparto del todo el entusiasmo por la alta competición, que la veo llena de claroscuros, de sótanos profundos y rincones siniestros escondidos tras el rutilante decorado que se nos muestra. Dejadme decir que prefiero ser prudente en la veneración de los héroes deportivos y trato de huir de la mitomanía, no es el primer desengaño ni, a pesar de todas mis precauciones, será seguramente el último que sufra: si queréis, hablamos de ciclismo… (o de lo que queda de él). Sin embargo, me gusta la competición y disfruto viendo a quienes ponen todo de su parte en una lucha limpia.
A pesar de todo, como uno procura no ser coherente siempre con lo que piensa (qué aburrido sería), pues tiene sus debilidades. El otro día vimos a un Northug sobrehumano pasar frente a la tribuna del estadio, en los JJOO de Vancouver, como la ola gigante de un tsunami arrastrándolo todo a su paso, dejando a un Cologna por los suelos, a un Teichmann inconmensurable, que tras un final impresionante, estaba, sin embargo, inevitablemente condenado a la derrota y al resto de adversarios atónitos, testigos sin más, como el público, del paso del ciclón. Entre estos últimos, en el puesto 11 entró uno que, algunos ya lo sabéis, me cae especialmente simpático. Después de una magnífica carrera, en la que estuvo todo el tiempo ahí, Di Centa, con sus 37 años y su espigado cuerpo, poco podía hacer frente a la explosividad y empuje de aquellos mocetones del norte, que después de 50 km se permitían aquel insultante derroche metabólico.
Cuando le deseábamos suerte, hace siete meses, Di Centa nos decía en su correo: speriamo vada bene ma sarò felice comunque andrà. Realmente, no le faltan motivos para estar satisfecho y así lo expresa en su web. Plantó cara hasta el final y fue, de lejos, el primer italiano.
Estos han sido, probablemente, los últimos JJOO para Giorgio. Imagino (desde la distancia abismal que nos separa como deportistas) que cuando esta gente llega ahí, no estará para darle mucho a la cabeza. Sin embargo, seguramente habrá tenido tiempo para repasar luego la carrera y vivirla y sentirla para el recuerdo. Y probablemente habrán vuelto a su mente, como tantas veces, las imágenes agónicas de aquel otro 50 km olímpico, resuelto también al sprint hace cuatro años en Pragelato, cuando era algo más joven.
Esta grabación de la Rai es especialmente emotiva, con Manuela Di Centa, la campeona olímpica antes que su hermano pequeño, gritando ¡dai, Giorgo, dai! hasta que las lágrimas le impiden hablar o el comentarista diciendo aquello de ¡Giorgio, non serei piu il fratello de Manuela!.
Hay otra cosa interesante en este vídeo, que dados los resultados de los fondistas españoles en Vancouver, que algunos han calificado de grises, conviene recordar, quizá para valorarlos en su justa medida:
JJ en el puesto 22 a 32” del primero
Diego 23 a 51”
Vilarrubla 28 a 2:02”
No recuerdo que nadie calificara entonces su actuación de brillante o meritoria, fuera del reducido mundo del esquí de fondo.
Ya se sabe que, más allá del foco que ilumina las medallas, todo es una penumbra fría y gris… insondable e inhabitable.
(foto tomada del blog esquidefondo)
En Nagano, los medios generalistas vilipendiaron a la representación española, en Salt Lake City, en cambio, un intruso llevó al paroxismo de la satisfacción a todos los medios, en Torino nadie se enteró de que existía el esquí de fondo y ahora, en Vancouver, resulta que hay que repintar este panorama gris de colores alegres para el 2022. ¿Por qué no hay alguien que en lugar de en las medallas, piense en el deporte?
Curiosamente, la única realidad objetiva la ha apuntado el propio Eduardo Roldán: 2,5 millones de esquiadores y 40 estaciones de esquí y el deporte de competición (en cualquier modalidad blanca) no pasa de ser una anécdota (absolutamente meritoria y admirable por parte de los cuatro que hacen esa apuesta, por supuesto). Reflexionar por qué, es tarea suya, o de quienes le sigan.

Rafa Elorza

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